"Viejas Memorias"

Llovía como nunca lo había hecho. Era mágico, triste y melancólico. Era el día perfecto para mí. Era viernes y en cuanto acabaron las clases recogí mi guitarra de la clase de música. Me transporté a mi propio reino donde el barullo de mis compañeros de clase dando empujones para salir al patio no me molestaba. Cuando llegué afuera me quedé al lado de unos árboles, dejando que la lluvia me empapara. Me sentía completo. Mis dedos empezaron a rascar las cuerdas de la guitarra al mismo tiempo en que alguien decía:

-¡Eh! ¿Qué coño hace ese imbécil?

Sentía los ojos de todos clavados en mí, deberían pensar que estaba loco. Ese día me tacharon para siempre de pringado y loco, pero a mí me daba igual.

Pero ya no me importaba, me gustaba la lluvia y no pensaba abrir un paraguas para impedir que ésta me mojase. Necesitaba sentir la lluvia.

Las risas y cada insulto que oía me daban fuerzas para tocar más alto. 

Cuando el profesor de matemáticas salió del edificio y me vio, su cara se revolvió hasta poner una mueca de compasión y vergüenza. Por su cara me imaginé que saldría de allí con la cabeza agachada yéndose a su casa, alejándose de todo este mundo que más bien parecía de locos, pero, en lugar de eso empezó a dar palmadas y regañar a los demás, empujándolos a la calle. Protegiéndome de unos insultos que ya no me hacían daño.

 Cuando todos se fueron él se sentó a mi lado mojándose conmigo, escuchándome tocar la guitarra.

 Ya no podía pensar en nada. Mi reino fue desapareciendo poco a poco y empecé a sentir el frío de mi nariz y mis mejillas que contrastaba con las lágrimas, de agua salada y caliente, que salían de mis ojos. Pasaron unos cuantos minutos hasta que mi profesor se levantó me miró a los ojos y me dio un abrazo. "No pasa nada todo va a estar bien, te lo prometo".  

No sé cuánto tiempo estuvimos así pero eso no importa. 

Debajo de la lluvia empapado, llorando y semi-congelandome, fui más feliz que nunca, fui yo, fui libre.

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