Batallas ganadas

-Cuando muera quiero que arrojéis mi cenizas al mar. Quiero sentir por un segundo que puedo volar como las gaviotas, ser libre, antes de poder nadar en el fondo del mar para toda la eternidad como un pez.

-Sí, es una lástima que seas inmortal.- dijo él mientras me cogía de la mano

-Jajaja ¿quién te ha dicho eso? No creo que el cáncer pueda ser tan mentiroso.

Silencio, nadie dijo nada, creo que tan solo fue un segundo pero se me hizo eterno, me estaba ahogando.

-¿¡Por qué no lo olvidas ya y me dejas de recordar que estoy enferma!?

-¿Por qué eres tan negativa? ¿es que no lo entiendes?

-¿El qué tengo que entender? ¿Qué me muero? Ya lo tengo asumido. Intento quitarle importancia, intento olvidarlo, ¿es tan malo?.

-No, joder, no te puedes morir...por favor.- infló sus pulmones con todo el aire que pudo tomar y cerró los ojos con fuerza - Mi corazón necesita que vivas para siempre y mi alma no puede separarse de ti. Mis labios morirían sin besarte a cada minuto, sin recordar que sigues aquí a mi lado y que eres real..
Necesito que no te alejes de mí...nunca, jamás. Me niego a no tenerte cerca, a no poder mirarte a los ojos y decirte que te quiero, a no crecer contigo, no puedo soportar más que te estoy perdiendo.
 Tienes que ser inmortal.

Esas últimas palabras las dijo evitando que sus lágrimas saliesen de sus ojos, que ahora parecían diminutos casi cerrados mirando hacia el horizonte, imaginando el futuro.
Yo también estaba llorando, era lo más bonito que jamás había escuchado y deseaba poder estar a su lado hoy, mañana y...

-Que le den al cáncer. Voy a ser inmortal.

Los dos nos miramos a los ojos que estaban enrojecidos y no puede evitar empezar a hacer ruiditos raros hasta que él empezó a reírse y los dos nos sumergimos en una nube de carcajadas, besos y felicidad...para siempre.